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  • Laura Camacho

5 poderosos pasos para gestionar tus emociones


A lo largo de nuestra evolución, hemos ido dando grandes pasos que nos han permitido ir transcendiendo, poco a poco, esa parte animal de nosotros que basa sus reacciones en el miedo y la necesidad de supervivencia. Nos hemos transformado en una especie consciente de sí misma, dominante y capaz de crear un complejo y sofisticado mundo, tanto a nivel visible como

a nivel conceptual. Sí, se puede decir que hemos dado grandes pasos, y

sin embargo, nos falta aún tanto por evolucionar.

Este artículo trata de uno de esos grandes pasos que actualmente estamos dando: el desarrollo de nuestra inteligencia emocional.

¿Qué nos han enseñado?

¿Cuántas veces nos obligamos a ocultar nuestras emociones frente a los demás? ¿Cuánto nos permitimos llorar o mostrarnos vulnerables delante

de nuestra pareja, de nuestros familiares, de nuestros amigos, o de nuestros compañeros de estudio o de trabajo? Estamos tan acostumbrados a comportarnos según las “buenas normas” de nuestra sociedad, sin darnos cuenta de que ésta otorga supremacía a la mente racional y destierra a las emociones a un segundo plano, provocando con ello, una colectiva represión emocional que es vivida como algo muy normal.

Así, cuando se “nos escapan” las emociones nos sentimos avergonzados o con la necesidad de disculparnos. Expresar las emociones es sano, pero se refiere sólo a “dejarlas salir”, lo cual es un alivio, pero no es la solución adecuada. Sería algo así como arrojar la basura de casa a la calle sin más, sin que nos importe si invade la entrada del vecino, si obstruye el tráfico o si contamina el entorno.

¿Qué es la inteligencia emocional?

La inteligencia emocional es nuestra capacidad de gestionar, manejar y canalizar nuestras emociones de una manera óptima y “ecológica” y así, evitar el tener que tragarlas, esconderlas y acumularlas en nuestro interior. Esta capacidad nos ayuda a mantener nuestro “vaso interior” vacío, para

no tener que explotar cuando “caiga la gota que lo derrame”. Es un tipo de inteligencia que nos ayuda a aprovechar al máximo nuestro propio potencial interior, evitando desgastes inútiles de energía.

No es lo mismo gestionar que controlar

Sabemos que no podemos evitar sentir una emoción... ¡no está en nuestras manos!... La emoción brota sin pedir permiso, y lo hace mucho antes de que nuestra mente consciente pueda darse cuenta. Así que ¡hay que aceptarlo! Gestionar una reacción emocional es una labor interior que debe hacerse en el momento mismo en el que brota la emoción, pues sólo así tenemos la posibilidad de decidir y actuar desde nuestra voluntad propia, y evitar ser arrastrados por el impulso ‘automático’ de nuestra amígdala cerebral.

El primer paso: reconocer la importancia de las emociones.

Lo primero es tomar conciencia de que las emociones son completamente naturales y necesarias.

Ellas NO son el problema. El problema es nuestra manera de gestionarlas y de expresarlas. Las emociones son altamente importantes en nuestras vidas, ya que afectan directamente nuestras reacciones corporales, nuestros pensamientos, nuestras palabras, nuestras expresiones no verbales y nuestros comportamientos. En síntesis, nos guste o no, afectan TODO. No saber gestionar nuestras emociones significa no saber gestionar una parte esencial y altamente relevante de nuestra propia existencia.

Nuestra mente racional podrá tener visión de futuro, pero el motor que nos mueve hacía allá es la emoción. El mejor pensamiento del mundo no podrá materializarse, si no va acompañado de la emoción adecuada. Por eso, no hay que temer a las emociones… hay que convertirlas en nuestros mejores aliados. ¡Mente y corazón unidos, forman un equipo invencible! Pero si tiran en diferentes direcciones, se boicotearán sin cesar.

La técnica de 5 pasos para gestionar la reacción emocional:

1. Aceptación consciente

Lo primero es aceptar la emoción justo en el momento en el que nos damos cuenta de que ha surgido. Aceptarla significa no sentirnos mal o culpables por sentirla, ni luchar contra ella como si fuera un enemigo. Al aceptar la emoción, cambiamos nuestra actitud mental frente a ella. Hemos de convertirnos en aliados y trabajar juntos para resolver la situación.

Para ello, el truco es “saludarla” cuando llegue: “Hola (emoción), te reconozco, te acepto, y te saludo”.

Al hacer esto, estamos reconociendo el propósito real que tienen las emociones: ayudarnos (aunque muchas veces no tengan razón). Si no logramos aceptarla, no podremos continuar con los siguientes pasos.

2. Contención consciente

El segundo paso es contener inmediatamente el impulso instintivo de la emoción. Es decir, evitar que nuestra mente, cuerpo y comunicación,

actúen en automático arrastrados por la emoción. Se trata de evitar la reacción inmediata, no la emoción, por ejemplo, evitar gritar de rabia.

Este paso nos brinda un ‘tiempo de consciencia’ necesario que activa el neocortex o mente racional. Simplemente se trata de NO HACER NADA.

3. Respiración consciente

El tercer paso es respirar conscientemente para serenar nuestro sistema nervioso, y restarle fuerza al impulso instintivo de la emoción. De cinco a

diez respiraciones lentas, profundas y desde el abdomen (no desde el pecho), suelen ser suficientes para crear la actitud y el espacio para el siguiente paso.

4. Desidentificación consciente

Este es el paso más importante, pero no podremos llegar a él si no

hemos logrado los anteriores. Se trata de desidentificarnos de la emoción

y “desdoblarnos” en dos realidades diferentes: la emoción por un lado y nosotros por otro. Así, podremos observar la emoción desde fuera y gestionarla con la distancia necesaria.

Una técnica, que parece sencilla, pero que es muy eficaz para desidentificarnos de la emoción es imaginarla sentada en una silla,

delante de nosotros y dialogar con ella haciéndole preguntas: ¿Qué te

ha provocado? ¿Cuál es tu propósito? ¿Cómo quieres ayudarme? ¿Qué necesitas para calmarte?Este dialogo interno nos permitirá descubrir la manera adecuada de gestionar cada emoción, ya que ella misma nos

dará las pistas.

Tras este diálogo interno, la emoción habrá cambiado inevitablemente. Se sentirá “escuchada y atendida”, y habrá podido comunicar su propósito y cumplir con su misión de ayudarnos. Sabiéndose atendida, podrá disolverse, ya que su mensaje habrá surtido efecto, y no irá a parar al “vaso emocional” sino simplemente desaparecerá. Una emoción tiene sus razones para encenderse, y también necesita una razón para apaciguarse. Si dialogamos con la emoción en la silla, dejará de ser la ama y señora de nuestro comportamiento y se convertirá en nuestra aliada.

5. Decisión consciente

El quinto y último paso consiste en tomar una decisión desde nuestra voluntad propia. Tras el diálogo interno, nuestro comportamiento ya no

será fruto de una reacción emocional instintiva, sino de un razonamiento consciente y meditado. Resolveremos la situación de una manera eficaz y satisfactoria para ambos, tanto para la emoción como para nosotros mismos.

“La práctica hace al maestro”

Aplicar esta técnica de los 5 pasos puede durar varios minutos o tan sólo varios segundos, dependiendo de la situación y de nuestro entrenamiento. Cuanto más la practiquemos, más iremos acortando los tiempos y lograremos gestionar eficazmente cualquier emoción en cualquier situación.

Este método combina técnicas de Programación Neuro-Lingüística (PNL),

de visualización mental y de Coaching, de ahí su efectividad. La próxima vez que sientas que tus emociones te dominan o se desbordan sin que tengas ningún control sobre ellas... ¡pruébalo y lo comprobarás!


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